El Futuro de la Socialdemocracia
LOS LÍMITES DE LAS POLÍTICAS SOCIALES
Working Paper 12 de diciembre de 2019
LOS LÍMITES DE LAS POLÍTICAS SOCIALES
1. Durante las últimas décadas, las denominadas habitualmente como "políticas sociales", con sus objetivos fundamentales de redistribución de la renta y cobertura de necesidades básicas, han demostrado unas limitaciones estratégicas evidentes.
2. Estas políticas, ya sean de impulso del gasto social, de la progresividad fiscal o de las normas de cobertura laboral, han centrado y siguen centrando la dialéctica electoral entre izquierda y derecha, entre progresistas y conservadores. Y, sin embargo, las limitaciones de esta dialéctica son claras.
3. La experiencia de los últimos 30 años nos demuestra una y otra vez que las mejoras sociales que se consiguen por un lado se pierden por el otro o que las que se consiguen en un determinado momento se neutralizan pocos años después.
Hay dos factores que influyen fundamentalmente en esta dialéctica.
Por un lado, la complejidad de los presupuestos públicos permite con cierta facilidad compensar el incremento de un determinado concepto de gasto social con la reducción en otros conceptos menos transparentes o con determinados ingresos fiscales o presupuestarios. Una medida de progresividad en un impuesto con frecuencia es compensada en otro impuesto o a través del gasto público.
Por otro lado, determinadas medidas sociales, en cuanto no se financien adecuadamente, permiten que, poco después, apoyándose en los desequilibrios del presupuesto público, se adopten contramedidas que neutralicen las anteriormente adoptadas.
4. A modo de ejemplo, podemos contemplar el caso del movimiento de pensionistas que, acertadamente, se ha hecho consciente de que cualquier mejora del sistema de pensiones o cualquier medida de defensa del mismo que ahora se adopte sirve de muy poco si no se estabilizan las fuentes de recursos fundamentales como los salarios y el empleo. Si estas bases financieras no se robustecen, cualquier pacto o avance conseguido hoy será cuestionado mañana... "por falta de financiación". Los pensionistas se han dado cuenta de que, para defender realmente sus pensiones, tienen que defender los salarios, el empleo y las condiciones laborales.
5. Pero la adopción de esta perspectiva holística o global de la actuación pública no es suficiente. En el fondo, las políticas sociales son y serán sistemáticamente cuestionadas mientras el poder económico y político esté en manos de la élite corporativa, como ahora sucede. Esto significa que, como la práctica nos demuestra, si no hay un cambio en el equilibrio político, cualquier avance social conseguido en un momento dado va a servir de muy poco a medio y largo plazo, porque los poderes económicos se encargarán, por una u otra vía, de anular o compensar este avance social.
Hay dos factores que influyen fundamentalmente en esta dialéctica.
Por un lado, la complejidad de los presupuestos públicos permite con cierta facilidad compensar el incremento de un determinado concepto de gasto social con la reducción en otros conceptos menos transparentes o con determinados ingresos fiscales o presupuestarios. Una medida de progresividad en un impuesto con frecuencia es compensada en otro impuesto o a través del gasto público.
Por otro lado, determinadas medidas sociales, en cuanto no se financien adecuadamente, permiten que, poco después, apoyándose en los desequilibrios del presupuesto público, se adopten contramedidas que neutralicen las anteriormente adoptadas.
4. A modo de ejemplo, podemos contemplar el caso del movimiento de pensionistas que, acertadamente, se ha hecho consciente de que cualquier mejora del sistema de pensiones o cualquier medida de defensa del mismo que ahora se adopte sirve de muy poco si no se estabilizan las fuentes de recursos fundamentales como los salarios y el empleo. Si estas bases financieras no se robustecen, cualquier pacto o avance conseguido hoy será cuestionado mañana... "por falta de financiación". Los pensionistas se han dado cuenta de que, para defender realmente sus pensiones, tienen que defender los salarios, el empleo y las condiciones laborales.
5. Pero la adopción de esta perspectiva holística o global de la actuación pública no es suficiente. En el fondo, las políticas sociales son y serán sistemáticamente cuestionadas mientras el poder económico y político esté en manos de la élite corporativa, como ahora sucede. Esto significa que, como la práctica nos demuestra, si no hay un cambio en el equilibrio político, cualquier avance social conseguido en un momento dado va a servir de muy poco a medio y largo plazo, porque los poderes económicos se encargarán, por una u otra vía, de anular o compensar este avance social.
6. Esta realidad nos plantea también un reto de credibilidad. Cualquier plataforma reivindicativa de un grupo social o de un partido político que se limite a determinadas propuestas en el ámbito de las "políticas sociales" resulta cada vez menos creíble si no se plantea, a la vez, algún tipo de cambio en los equilibrios de poder. Equilibrios de poder que, como sabemos, están básicamente determinados por el sistema bancario y los medios de comunicación.
7. Limitarse a las "políticas sociales" es legítimo y coherente en el caso de las organizaciones sindicales, pero claramente insuficiente en el caso de las organizaciones políticas. Estas últimas deben ser conscientes de que los cambios reales y duraderos en las condiciones sociales están siempre determinados a largo plazo por los cambios en las relaciones de poder. Y esto supone, necesariamente, conseguir nuevas cuotas de poder público o social en los medios de comunicación y en el sector financiero, a la vez que se reduce la influencia en los mismos de las grandes corporaciones.
8. De esta forma, tanto a los grupos de oposición como a los gobiernos, en el momento en que nos plantean una determinada propuesta o medida de avance social, es imprescindible exigirles, antes de nada, que nos aseguren que el contexto global del presupuesto y de la actividad pública no va a anular o compensar en la práctica estos avances. Y, por otro lado, debemos exigirles que nos garanticen que no están jugando a un permanente teatro entre gobierno y oposición controlada (u "oposición escenificada"). Una garantía que, como decimos, debe necesariamente venir de la mano de avances en los equilibrios de poder real, financiero o mediático.
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