1. Es habitual que el peso cualitativo
de las cooperativas en la economía vasca distorsione el debate socioeconómico. Esto
sucede con frecuencia por una aplicación indebida al 90% de economía
capitalista de conceptos y técnicas aplicados en el 10% de economía
cooperativa.
2. Esto es lo que ha vuelto a suceder
durante los últimos días en el contexto del debate abierto en el País Vasco a
raíz de las declaraciones de un alto cargo del Gobierno Vasco sobre la
conveniencia de reducir salarios para evitar despidos ante la crisis creada por
el COVID-19.
3. Las referencias a que “las
cooperativas” o “algunas cooperativas” han decidido “reducir salarios” como
supuesto buen ejemplo para trabajadores y sindicatos son claramente
desafortunadas.
4. Las cooperativas no bajan los
salarios porque en las cooperativas no hay salarios. Técnicamente, las
retribuciones mensuales percibidas por los socios trabajadores se denominan “anticipos”.
Y esto no es una mera palabra. Se debe al hecho de que, en realidad, aunque se
cobren mensualmente, estas percepciones no son salarios sino beneficios. Más en
concreto, “anticipos a cuenta” del beneficio final.
5. Los socios-trabajadores, como
titulares de la empresa cooperativa, son acreedores finales de la riqueza
generada por la misma. Como consecuencia de la evolución del mercado, las
cooperativas o los grupos cooperativos deciden subir o bajar los anticipos
mensuales, pero esto no tiene nada que ver con el significado de esta decisión
en las empresas capitalistas. Cuando las cooperativas reducen los anticipos
mensuales, la cantidad dejada de percibir se transforma en un mayor excedente
anual y, por lo tanto, en una mayor expectativa de participar en la distribución
de resultados de ese mismo año o bien en los anticipos o resultados de los años
siguientes.
6. Esto no tiene nada que ver con lo
que sucede en las empresas capitalistas. Un menor salario en estas empresas es
trasladar riqueza desde los trabajadores a los inversores/titulares del
capital. A partir de ese momento, que esa renuncia sirva o no para mejorar su
situación futura quedará en manos de la discrecionalidad del propio empresario
que, como sabemos, tiene intereses contradictorios con los de los trabajadores
en la distribución del valor añadido.
7. No se trata sólo de perder el
control del importe de esa reducción salarial sino de dejarlo en manos de
alguien cuyo enriquecimiento depende directamente de la contención o reducción
salarial. Aunque es evidente que puede haber intereses comunes, el empresario
gana más cuanto más bajos son los salarios. De ahí que los trabajadores
asalariados no deben nunca aceptar reducciones salariales como consecuencia de
dificultades sobrevenidas del mercado, si no es con unas contrapartidas
perfectamente pactadas y garantizadas.