1.
Las empresas
sin trabajadores son una construcción teórica en la que, como hemos visto, todo
parece indicar que el mercado sólo estaría dispuesto a reconocer como valor
añadido el trabajo profesional que aportara el empresario-inversor. Técnicamente,
se trataría de un empresario autónomo sin asalariados, con una altísima inversión
de capital.
2.
Este contexto
nos revela la falta de viabilidad de este horizonte en un contexto de inversión
capitalista. Y nos da también una clara explicación conceptual del impacto que,
a muy largo plazo, tiene la intensidad de capital sobre la rentabilidad y sobre
la inversión.
3.
La reflexión
teórica que nos lleva a deducir que “si no hay trabajo, no hay valor añadido y,
por lo tanto, no hay rentabilidad” tiene enormes consecuencias sobre la
interpretación de los mecanismos básicos de la economía de mercado. Probablemente
significaría que el mercado no reconoce de hecho valor añadido en función del
capital aportado a la empresa sino en función del trabajo desarrollado en la
misma (tanto el trabajo de los asalariados como la función de dirección
realizada por el empresario).
4.
En realidad,
aunque tendemos a interpretar la rentabilidad empresarial como “rentabilidad
del capital”, el mercado no reconoce como valor añadido ninguna aportación de
capital sino exclusivamente la aportación de trabajo. Interpretamos como “rentabilidad
del capital” el ratio entre beneficio e inversión pero esto es la realidad de
la lógica del interés personal del inversor, no significa que el mercado pague
más por los productos y servicios que necesitan más capital.
5.
Nos encontraríamos
así con un contexto teórico muy similar al de la teoría del valor-trabajo. Un
contexto que nos reflejaría una economía de mercado en el que los avances técnicos
y tecnológicos, a medida que aumentan la intensidad de capital de las empresas,
disminuyen la rentabilidad de las inversiones de capital en la misma. Esto
parece contrario a la intuición habitual, que parece dar por supuesto que el
avance tecnológico generará empresas más rentables y, por lo tanto, más
beneficios. Sin embargo, en la práctica, y en condiciones constantes, sucede lo
contrario: el avance tecnológico genera una mayor intensidad de capital con
respecto a trabajo y, por lo tanto, una menor rentabilidad de capital.
6.
El que la
mayor intensidad de capital genera una reducción del beneficio empresarial es
algo admitido por la generalidad de los analistas. Las diferencias de
interpretación surgen a la hora de identificar las implicaciones históricas de
esta realidad. Es conocido que existen en la realidad económica muchas otras
variables que inciden aumentando o disminuyendo los beneficios empresariales y
que, con frecuencia, contrarrestan ese impacto negativo de la intensidad de
capital.
7.
Hasta ahora,
sólo unos pocos analistas dentro del marxismo han defendido que, a muy largo
plazo, desde una perspectiva histórica, la reducción de la rentabilidad
generada por la creciente intensidad de capital no podrá ser compensada y, por
lo tanto, nos encontraríamos ante el final del sistema de mercado. O, mejor
dicho, ante el final de la lógica capitalista en la economía de mercado.
8.
Sin embargo,
el horizonte teórico de las “fábricas sin trabajadores” sí parece indicarnos
que, en último término, la intensidad de capital terminará acabando con la tasa
de rentabilidad del capital. A medida que la relación K/L (Capital/Trabajo)
aumente, los factores que contrarrestan esa tendencia tendrán cada vez menos
capacidad de hacerlo. A medida que se aproxima el horizonte de las “empresas
sin trabajadores”, el capital dejará de invertir porque no habrá forma de que
el mercado reconozca al mismo una rentabilidad mínima. La lógica parece
decirnos que sin aportación de trabajo no hay valor añadido.
9.
Esto no
significa que el futuro de las fábricas sin trabajadores no sea teóricamente
viable. Pero difícilmente llegarían al mismo las inversiones capitalistas. Una
vez reducida a un determinado nivel la rentabilidad del capital, éste debería
ser sustituido por capital cooperativo o –en último término- por capital público
para continuar invirtiendo en condiciones de altísima intensidad de capital.