El Futuro del Modelo de Desarrollo Europeo COMO FUNCIONARIAN LAS FABRICAS SIN TRABAJADORES

El Futuro del Modelo de Desarrollo Europeo

COMO FUNCIONARIAN LAS FABRICAS SIN TRABAJADORES

1.     Recordemos que estamos analizando el supuesto de “empresas sin trabajadores asalariados”, no el de “empresas sin aportación de trabajo”. Entendemos que la falta de trabajadores asalariados no evitaría la necesidad de contar al menos con el esfuerzo del inversor/empresario, a efectos de la selección, materialización y administración de la inversión. En rigor, nos encontramos ante un gestor de la empresa como aportante de trabajo y unas aportaciones de capital desproporcionadamente altas.
2.     Suponiendo su viabilidad teórica desde un punto de vista de la evolución tecnológica, la cuestión es cómo podrían existir, desarrollarse y reproducirse estas empresas social y económicamente.
3.     Evidentemente, damos por supuesto también que, de una u otra forma, existe un mercado con capacidad de adquirir productos y servicios producidos y vendidos por estas empresas. Suponemos que a medida que la evolución tecnológica reduce la necesidad de trabajo, la carga laboral se va distribuyendo entre los ciudadanos en base a la reducción continuada del tiempo de trabajo. Una vez alcanzado el supuesto teórico de las fábricas sin trabajadores, los ciudadanos serían o bien trabajadores de otras empresas o bien ciudadanos exentos de trabajar con ingresos garantizados, por ejemplo, a través de los impuestos.
4.     La primera cuestión es quién invertiría capital y esfuerzo para poner en marcha estas empresas. Recordemos que estas “fábricas sin trabajadores” apenas generarían valor añadido, aunque puedan recibir valor trasladado de otras empresas o destinos.  
5.     El impacto de esta traslación de valor sería inicialmente “rentabilizado” en la medida en que implique un avance productivo o tecnológico con respecto a otras empresas. Pero no lo sería si se extiende al conjunto del sector o del tejido productivo. Si el mercado interpreta que en un determinado sector no se genera valor añadido, no pagará por el mismo.
6.     De esta forma, con las lógicas variaciones entre las empresas tecnológicamente “punteras” y las “seguidoras”, la tendencia inevitable sería la de avanzar, en el conjunto de los sectores “sin trabajadores” hacia valor añadido neto y rentabilidad cercanos a cero.
7.     A lo largo de la evolución de la actual economía de mercado, es también habitual que las empresas punteras obtengan beneficios extraordinarios de los avances que consiguen en reducciones de precios, o mejoras de calidad o prestaciones. El mercado retribuye los productos y servicios en base al valor añadido habitual en el sector y las empresas con menores costes o más capacidad de generar ingresos consiguen beneficios superiores. La diferencia radica en que el valor añadido habitual del sector en las empresas sin trabajadores sería cercano a cero.
8.     Todo esto parece colocarnos en un contexto imposible de alcanzar por inversores capitalistas. La rentabilidad cercana a cero sacaría del mercado a los inversores una vez que la intensidad de capital alcanza un determinado nivel y mucho antes de que se llegue al horizonte teórico de las “empresas sin trabajadores”. La caída progresiva de la inversión llevaría a estos sectores de actividad o bien a un creciente colapso o bien a una sustitución progresiva por inversión pública o cooperativa. Por supuesto, la inversión cooperativa sería inviable sin trabajadores asalariados, aunque sí lo sería en una fase previa de “microempresas” con unos pocos trabajadores con una altísima productividad y también una muy alta intensidad de capital.
9.     En esta teórica fase final del capitalismo podemos pensar en la necesidad de una implicación progresiva del capital público, ya sea de forma exclusiva o a través de la colaboración público-privada con inversores capitalistas o cooperativos.
10. No obstante, la lógica de la colaboración público-privada en estos casos es también discutible. El mero hecho de compartir la inversión, que ayuda a dispersar riesgos, no aumenta la tasa de rentabilidad del capital y, por lo tanto, no resolvería los problemas estructurales de la escasa generación de valor añadido. La colaboración debería entonces basarse en la transferencia de resultados, aumentando a través de ayudas públicas la tasa de rentabilidad del inversor privado.
11. Recordemos, de todas formas, que, por muy interesante que resulte, el modelo de referencia de las “fábricas sin trabajadores” es sólo un modelo teórico que nos señala, eso sí, el previsible horizonte “histórico” resultado del constante incremento de la productividad del trabajo y de la intensidad de capital.