1.
Si partimos
del criterio de que el avance social y económico está relacionado con la
defensa de los intereses generales y que éstos están representados por la práctica
totalidad de los ciudadanos, enseguida llegamos a la conclusión de que la
dinamización social es un factor clave para el progreso.
2.
Nadie
defiende mejor que el interesado sus propios intereses. Y ninguna estructura
individual o colectiva particular puede defender los intereses generales mejor
que el conjunto de los ciudadanos.
3.
El problema
radica, por supuesto, en la imposibilidad de que millones de personas se
organicen por sí mismas para identificar, analizar y defender sus intereses. De
ahí la necesidad de organizaciones intermedias (partidos, sindicatos,
organizaciones sociales y culturales …) que aglutinen a grandes grupos de
personas con la finalidad de defender los intereses conjuntos de las mismas.
4.
El problema
es que no basta con que existan organizaciones intermedias formalmente
destinadas a defender los intereses de los ciudadanos. Todas estas
organizaciones crean su propia estructura que, una vez creada, tiene intereses
propios, no siempre coincidentes con los del conjunto de miembros o afiliados. La
tentación burocrática está siempre presente en todo tipo de estructuras y sus
consecuencias afectan:
a)
Por un lado, a la introducción de
filtros de interés burocráticoen la interpretación de los intereses de los
miembros o afiliados.
b)
En la incorporación por parte de
la estructura burocrática de intereses particulares externos, como consecuencia
del impacto de influencias de hecho de tipo económico, social, mediático, etc.
5.
Por todo
ello, la defensa de los intereses de los ciudadanos requiere un determinado
nivel de activación social permanente, imprescindible tanto para la creación de
estructuras intermedias que les representen como para el desarrollo y
crecimiento de estas estructuras y, finalmente, para mantenerlas vivas y
comprometidas con los objetivos de sus miembros.
6.
Esta activación
social supone, en definitiva, el compromiso personal de miles o millones de
personas. Este compromiso personal puede tener niveles muy distintos, por
supuesto. La simple afiliación y abono de una cuota a un partido, sindicato u
organización social es, en sí misma, un nivel de compromiso suficiente para grandes
masas de ciudadanos.
7.
Estas cuotas
tienen una importancia sustancialmente mayor de lo que pensamos. Las
organizaciones que dependen de las cuotas de sus miembros tienen una clara
garantía de sometimiento a los intereses de los mismos y una clara
independencia frente a posibles fuentes de financiación externas.
8.
Junto a los
miembros “pasivos”, podemos considerar como miembros “activos” a los que
desarrollan actividades complementarias a la mera afiliación y abono de cuotas.
Desde la propia puesta en marcha de nuevas organizaciones, el sostenimiento de
las mismas, su dinamización y su expansión, etc.
9.
Si la afiliación y abono de cuota es un nivel
de exigencia aceptable para la generalidad de los ciudadanos que compartan los
fines de la organización, el compromiso “activo” complementario es aceptable
por colectivos decrecientes de personas a medida que el nivel de compromiso
aumenta, lógicamente.
10. Hay distintos factores que inciden en la asunción de este
compromiso activo:
a)
La identificación con los fines de
la organización
b)
La importancia atribuida a la
actividad de la organización
c)
La percepción de la relevancia de
la implicación personal en la actividad de la organización
d)
La disposición de tiempo libre
e)
En sentido negativo, la percepción
de impactos negativos de esta implicación en el ámbito profesional o social.
11. También existen
compensaciones indirectas en ciertos casos, como son las derivadas de la propia
participación en la actividad en el caso de cooperativas o entidades de
prestación de servicios. También, en algunos casos, posibles ventajas personales
en la evolución profesional o en las relaciones sociales.