El Futuro de la Socialdemocracia
FANATISMO IDEOLÓGICO Y FANATISMO DE PARTIDO
AUDIO: https://youtu.be/0F1H3-KvGpo
TEXTO (PDF): https://yadi.sk/i/LYsWrVhdklPWug
1.
Podemos
entender por fanatismo la defensa desmedida de un posicionamiento o ideología,
la defensa sin capacidad de contraste racional con la realidad. Fanatismo no es
radicalismo. Los problemas radicales, con frecuencia, pueden necesitar
soluciones radicales. El radicalismo no es fanatismo si es racional.
2.
El fanatismo
ideológico no es bueno en ningún movimiento social y, por supuesto, tampoco en
la socialdemocracia. Pero puede tener una base ética o moral clara, aunque sea
mal entendida o interpretada. El fanático ideológico puede estar actuando
correctamente según su conciencia, aunque lo haga de una forma equivocada y
desproporcionada.
3.
Una cuestión
distinta es el fanatismo de partido. El fanático de partido defiende también de
forma desmedida a su grupo político y se revuelve sistemáticamente contra la crítica,
a la vez que ataca de forma constante y desproporcionada a todo lo que tiene
que ver con otras formaciones políticas. Porque el fanático de partido no
persigue fines ideológicos sino fines “de grupo”. No le importa en realidad que
su partido lo haga bien o mal o que sea o no coherente con sus objetivos ideológicos.
Le importa, eso sí, que gane elecciones. No como un instrumento para mejorar la
realidad, sino como un instrumento para reforzar el propio grupo y mejorar las
expectativas personales.
4.
Al contrario
que el fanático ideológico, que sinceramente busca la mejora de la sociedad,
aunque sea desde su particular perspectiva, la sociedad y la realidad le
importan muy poco al fanático de partido. Estos fanáticos se sienten amenazados
por la realidad y por cualquier análisis u opinión que pueda interpretarse como
negativo para el partido. El que las opiniones recibidas sean o no correctas,
que el partido esté o no equivocado, esté analizando correctamente o no la
realidad, les importa muy poco. Porque, en el fondo, la ideología del partido
les da igual. Y porque el hecho de que la crítica o el contraste sea una
oportunidad de mejora realmente les importa muy poco.
5.
El fanático
de partido no admite la crítica porque no le importa la verdad, porque en
realidad no le importan las ideas. Defiende al partido porque piensa que
defendiéndolo se está defendiendo a sí mismo. Porque son “los suyos” y punto.
Aparentemente, ser fanático de partido es la forma más estúpida de ser fanático.
Pero se entiende en el momento en que nos damos cuenta que, en el fondo, a este
fanático las ideas del partido le dan igual.
6.
En realidad,
el objetivo del fanático de partido no es ético ni moral. Son sus intereses
personales. Intereses de relación, intereses profesionales, etc. Pero a estos
fanáticos poco les importa lo que es bueno o malo para las ideas que defiende
su partido. Le importan las elecciones y el fortalecimiento de “su grupo”.
7.
Todos los
partidos políticos generan fanáticos de este tipo. Normalmente más a medida que
el partido aumenta su peso institucional, sus cargos remunerados internos y
externos. Cuando adquieren un determinado peso dentro del partido, contribuyen
decisivamente al declive progresivo del mismo, a transformarlo de un
instrumento para unos objetivos ideológicos a un fin en sí mismo. Esto es lo
que abre el camino a la degeneración ideológica progresiva y también crea el
caldo de cultivo ideal para la corrupción.
8.
Los partidos políticos
socialdemócratas deben constantemente esforzarse por limitar el impacto de este
tipo de fanáticos, que alejan sistemáticamente al partido de sus fines. De
cualquier forma, una posición realista nos obliga a entender que, en cierta
medida, los fanáticos de partido son inevitables. Existen lacras similares en
todo tipo de organizaciones. La clave radica en minimizar su número y su
impacto en las dinámicas internas.
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