FRANCIA Y NOSOTROS
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1. La referencia de Francia puede ser una experiencia fundamental
para la extensión de la participación de los trabajadores en la empresa en el
conjunto de Europa y, por supuesto, también en nuestro territorio.
2. Francia es un país central en la Unión Europea, por su
importancia, su centralidad geográfica y su dimensión. Y, además, es un país
vecino, con una cultura empresarial y legislativa cercana. Todo ello convierte
a la experiencia de Francia en el ámbito de la participación de los
trabajadores en una referencia cercana y directa que debería ser una palanca
fundamental para el impulso de estos sistemas participativos a nuestras
empresas.
3. Una primera constatación es el contraste entre el vacío práctico y
regulatorio de los modelos de participación de los trabajadores en nuestro caso
frente a la amplia experiencia francesa. Llama la atención en particular el desconocimiento
prácticamente total que existe entre nosotros sobre la experiencia francesa.
4. Este desconocimiento supone perder una oportunidad de disponer de una
buena práctica de referencia cara a orientar nuestras políticas públicas. Pero también
ha facilitado algunos posicionamientos sorprendentes de nuestros agentes políticos
y sociales. En concreto, posicionamientos en los que repetidamente se hace
referencia al supuesto peso que en nuestro territorio tienen las empresas
participativas o a que nuestras empresas son, en conjunto, “muy
participativas”.
5. La comparación real con Francia –también con otros países
europeos- nos revela con claridad no sólo el enorme retraso en que se encuentra
en nuestras empresas la participación de los trabajadores sino también cuáles
son las claves fundamentales de ese retraso y las posibles vías de trabajo y
horizontes a perseguir.
6. Por un lado, la experiencia de Francia nos enseña que la
participación de los trabajadores no se impulsa realmente a través de buenas
intenciones, mediante la mera difusión de buenas prácticas o mediante políticas
de imagen como las relacionadas con la responsabilidad social de la empresa. Si
realmente se quiere avanzar en esta dirección, los cambios normativos son
imprescindibles.
7. Finalmente, la experiencia francesa nos muestra también los tres
horizontes hacia los cuales podríamos enfocar las políticas públicas destinadas
a impulsar con seriedad la participación de los trabajadores en la empresa:
-
Políticas de fomento de la
participación de los trabajadores en el capital (a través de incentivos)
-
Políticas reguladoras de un
régimen de cogestión (a través de normas imperativas)
-
Políticas reguladoras de la
participación de los trabajadores en los beneficios de la empresa (regulando
ciertos incentivos pero, fundamentalmente, estableciendo normas imperativas)
8. El reto pendiente de nuestras políticas públicas parece, desde
esta perspectiva, bastante claro. En primer lugar, ser conscientes y reconocer
con claridad nuestro retraso y la necesidad de hacer algo al respecto. En
segundo lugar, diseñar objetivos estratégicos, desde una perspectiva normativa,
para avanzar al menos en alguna de las tres direcciones indicadas.
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