CONOCIMIENTO, CIENCIA Y CIENTÍFICOS
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1.
¿A qué llamamos
ciencia? En realidad, existen dos versiones sustancialmente diferentes de este término.
Podemos considerar la ciencia como “sistema que organiza y ordena el
conocimiento a través de preguntas comprobables y un método estructurado” o bien
como “conjunto de conocimientos obtenidos” a través del método científico.
2.
¿Qué sucede cuando
“la ciencia” se equivoca, como ocurre frecuentemente? En tal caso, evidentemente,
no nos encontramos ante un verdadero “conocimiento”. Lo que pensábamos que era
tal, de pronto resulta haber sido un error. Si el error científico no es “conocimiento”,
tampoco es “ciencia”. Aunque sí podamos considerarlo como producto del “sistema
que pretende organizar y ordenar el conocimiento”
3.
Esto es lo
que nos lleva a diferenciar con claridad “ciencia” y “científicos”. Los científicos
son personas que “se esfuerzan en” aumentar, organizar y ordenar el conocimiento.
Pero sus conocimientos son verdaderos o erróneos. Y, en este sentido, ciencia
no es, en absoluto, lo que los científicos afirman en cada momento.
4.
La ciencia
avanza paso a paso, a través de un continuo esfuerzo de búsqueda de nuevos
conocimientos. Una búsqueda que incluye necesariamente detectar y corregir
errores en lo que pensábamos que eran conocimientos adquiridos. Ese avance de
la ciencia se canaliza a través de la comunidad científica, comunidad en la que
las discrepancias son lógicamente continuas, sobre todo tipo de materias.
5.
Evidentemente,
los científicos no sólo se equivocan involuntariamente. También actúan
condicionados por sus propios prejuicios e incentivados o amenazados por
presiones externas de todo tipo. Presiones que, como sabemos, son
extraordinariamente fuertes en el ámbito farmacéutico.
6.
El problema
suele surgir cuando nos encontramos ante discrepancias entre unos y otros científicos.
El número de científicos que asumen una postura y la contraria es una
referencia de interés, pero sólo eso. Hay tendencias muy fuertes para que la
tendencia mayoritaria tienda a dominar de forma aplastante, que han sido bien
estudiadas.
7.
Por un lado,
el “pensamiento de grupo”. Los científicos se sienten aterrorizados por
discrepar de la opinión mayoritaria de sus colegas y tienden sistemáticamente a
sumarse a ellos.
8.
Por otro
lado, las tendencias “mayoritarias”, en muchos casos, están con frecuencia claramente
inducidas por los intereses corporativos dominantes.
9.
También sucede
con frecuencia que las tendencias científicas “mayoritarias” parecen más
dominantes de lo que en realidad son, como consecuencia de la deformación de
los medios de comunicación. Algo que hemos comprobado con total claridad en
relación con el COVID-19.
10. La sistemática manipulación de la pandemia y de las políticas públicas
seguidas al respecto ha llevado a nuestros medios a dar voz exclusivamente a “científicos”
muy concretos, bien elegidos y claramente favorables a las tesis oficiales. Un
contexto idóneo para desconfiar de la seriedad científica de estas opiniones.
11. La ciencia sin contraste no es ciencia. Y el contraste es más
necesario cuanto más novedoso o especulativo es el ámbito de conocimiento en
que nos movemos. Una enfermedad nueva, un virus nuevo, unos procesos de restricción
social históricamente inéditos, unas vacunas experimentales que utilizan
tecnología desconocida hasta ahora, … Y científicos que aparecen en televisión
aplaudiendo una y otra vez la versión oficial, incluso cuando esta versión
cambia cada 3 meses. Y sin ningún tipo de contraste. Difícilmente podemos
encontrar algo más opuesto al método científico.
12. Los científicos –como los medios de comunicación o los grupos políticos-
deberían, ahora más que nunca, haber asumido su responsabilidad de defendernos
frente a la especulación, la mentira o los intereses de las grandes farmacéuticas.
Algunos lo están haciendo, tanto en la versión oficial como en la versión crítica.
Otros, demasiados, se limitan a aparecer en los medios para aplaudir lo que el
día anterior han dicho las corporaciones farmacéuticas.