¿ES POSIBLE LA DEMOCRACIA?
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1.
A la hora de
analizar la efectividad de la aplicación del concepto de democracia, es
imprescindible tener en cuenta la habitual confusión que en nuestro entorno se
produce entre “democracia” y “derechos civiles” o “respeto a los derechos humanos”.
2.
Si
tradicionalmente se ha pensado que ambos conceptos estaban unidos de forma muy
directa, la práctica nos ha demostrado que esto no es así.
3.
Mientras que
es evidente que Occidente en su conjunto ha conseguido importantes avances en
las libertades civiles, la efectividad de la democracia necesita un examen
diferenciado.
4.
Democracia no
quiere decir otra cosa que “gobierno del pueblo”. Y esto no son las libertades
civiles. Los derechos civiles y humanos pueden ser plenamente respetados y, sin
embargo, las estructuras políticas estar claramente controladas por una élite
corporativa u oligárquica. Esto es, ni más ni menos, lo que sucede en Europa y
Estados Unidos. La explicación radica en que esa élite corporativa no sólo
influye a través de distintas vías sobre los gobiernos, la clase política y los
partidos políticos, sino que, a través del control de los medios de comunicación,
controla la opinión pública, la cultura y la ideología dominantes, asegurándose
de que sean finalmente éstas las que se reflejen en los resultados electorales.
5.
Esta dinámica
es la que explica el sometimiento ciego de nuestra clase política a los
intereses, los valores y la cultura de la élite corporativa. Y también su
pasividad y complicidad con la acelerada decadencia social, económica y política
de Europa.
6.
Ya sabemos
que la profundización de la democracia es una prioridad para la
socialdemocracia, como consecuencia de su propia lógica interna. Sin embargo,
es importante ser realistas al respecto. Es evidente que Europa necesita
urgentemente adoptar medidas de reforma estructural que aseguren su liberación
del poder aplastante de esta élite corporativa. Pero también es cierto que una
vez descabalgada del poder esta oligarquía que viene dominando Europa, pueden
surgir fácilmente otro tipo de grupos de interés que –de una u otra forma-
intenten controlar las estructuras políticas.
7.
Esta reflexión
nos lleva necesariamente a la constatación de la enorme dificultad –incluso teórica-
de la efectividad de la democracia en territorios con grandes colectivos de
personas. Y esto sucede en el ámbito político, en el asociativo e incluso en el
empresarial. Los gestores de organizaciones saben perfectamente que, cuanto
mayor es un colectivo de ciudadanos, de socios o de accionistas, más difícil es
articular coherentemente la defensa de sus intereses y más fácil es de
manipular.
8.
Esto no
quiere decir que no se pueda avanzar progresivamente hacia formas de gobierno más
democráticas, pero siempre siendo prudentes a la hora de catalogar los países
en democráticos y no democráticos. Muy especialmente si intentamos situar entre
los primeros a estados como los occidentales, que llevan generaciones en
proceso de autodestrucción como consecuencia de su sometimiento a una élite
oligárquica depredadora.
9.
De forma muy
especial, los movimientos que –como la socialdemocracia- pretenden defender los
intereses generales (o los de la gran mayoría compuesta por los trabajadores
asalariados) están claramente comprometidos con la profundización de la
democracia. Podemos decir, en este sentido, que la democracia es un camino, es
un proyecto, aunque no sea una realidad en el momento actual. Como los derechos
civiles, la democracia debe ser una aspiración constante de las sociedades
avanzadas, a pesar de que la realidad nos demuestre de forma rotunda que
estamos muy lejos de ella.
10.
Es importante
no engañarnos al respecto. Dar por sentado erróneamente que vivimos en un
sistema democrático nos aleja de este objetivo básico de luchar por los avances
democráticos. Es exactamente lo contrario de lo que la socialdemocracia debe
defender.
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